http://relatscurts.tmb.cat/aspx/ca-ES/relat_view.aspx?sid=5503
Hoy era uno de esos días en los que te propones poner orden en la casa. La verdad es que ocurre pocas veces al año. Pero el día que te pones, te pones. Sacando el polvo a varias carpetas y archivadores encontré unas que no tenía ni idea de lo que contenían. Las abrí con la misma curiosidad que el gato examina el interior de la despensa, sin saber que me esperaba. De entre todos los papeles que contenía me sorprendió encontrar mi primer poema de amor. Lo escribí no quiero ni acordarme cuantos años hace. Lo que sí recuerdo con total claridad, como si fuera ahora, es que lo escribí para una niña que me gustaba. Se llamaba Marisa. La veía todos los días en clase, pero jamás me atreví, ni por asomo, a decirle lo que sentía por ella. No obstante, por aquel entonces ya me había dado cuenta que sabía expresarme mejor por escrito que de viva voz. Así que, ni corto ni perezoso, inspirado por una musa que sentía como la más especial del mundo, empecé a escribir, encerrado en mi habitación, un poema titulado Mar y Brisa, en alusión a mi platónica musa.
Una vez terminado no fui incapaz de entregárselo en mano. Así que anduve varios días pensando que hacer con el poema de marras. A mi me parecía de lo más bonito. Si conseguía que leyera esos versos, ¿serían capaces de infundir un cambio en sus sentimientos hacia mí? La duda me corroía por dentro. El fin de semana utilicé las monedas que me había dado mi madre para tomarme una Coca-Cola para comprar un billete de autobús e ir a su barrio. Sabía su dirección y teléfono, al igual que sabía el de casi la totalidad de mis compañeros de clase. Era algo habitual por aquel entonces, intercambiarse esos datos. Aparecí, pues, en su barrio, una ciudad dormitorio donde todos los edificios y calles, al más puro estilo soviético, parecían iguales. Funcionales, sin ninguna clase de encanto. Tuve que preguntar a tres o cuatro transeúntes por la dirección del inmueble. Tardé más de media hora en dar con este. Cuando por fin lo encontré un hormigueo recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Temía encontrarme con ella en aquel preciso momento. ¿Qué le hubiera dicho? Imposible justificar allí mi presencia. A medida que me acercaba al edificio crecía más y más la inquietud en mi interior. Llegué, por fin, hasta el interfono del bloque y pulsé el timbre de un par o tres de vecinos. Cuando contestó el primero solté, con total seguridad, el ábrete sésamo que sabía no podía fallar: “correo comercial”. Un sonido reverberante me dio paso al interior de la comunidad. Busqué su buzón y, una vez lo hube encontrado, deposité el sobre con el poema y salí corriendo de allí.
El lunes llegué al colegio expectante. Tenía la esperanza que aquello no la dejaría indiferente. Esperaba en el patio - inquieto, nervioso, dudando - el timbre para subir a clase cuando apareció ella. Parecía un ángel. Sonreía mientras hablaba con un par de amigas, compañeras de clase. Todos los alumnos nos dirigimos hacia las escaleras para subir a nuestra aula en el primer piso. No perdía de vista a Marisa. Y fue en esa misma escalera donde coincidimos; Me vio. El corazón se detuvo. Debía esperar su reacción, y sonrió de oreja a oreja. Una inyección de alivio recorrió mis venas. Esperó a que llegara a su altura. Me miro fijamente, sin dejar de sonreír, mientras se hacía el silencio a mi alrededor. Yo la miré fijamente, no sabría decir durante cuanto tiempo, hasta que por fin dijo las siguientes palabras: - Recibí tu poema. Muchísimas gracias. Me ha parecido superbonito. Y con aquellas palabras me dio un beso en la mejilla. Una marabunta de niños, voces y ensordecedora algarabía me envolvió de pronto. No obstante, el tiempo pareció haberse detenido en aquel instante. La más increíble sonrisa jamás vista por aquel niño asomó en sus labios. Luego dio media vuelta y siguió subiendo escaleras arriba. Cuando quise darme cuenta estaba allí solo, a medio subir.
Estuve esperando hasta la hora del patio. Después de desayunar mi bocata, jugaba a futbol con los habituales, empleando una lata de refresco a modo de balón y una pared como improvisada portería. Vi a Marisa con sus amigas. Ellas jugaban a saltar con una goma elástica negra que enrollaban entre sus piernas. La lata seguía sonando, rodando y rodando por el suelo a cada nuevo chut. Marisa se detuvo a mirarme, comentó algo a sus amigas. Todas me miraron, sonrieron, y, por espacio de unos segundos, fui el Rey del mundo.
domingo, 25 de abril de 2010
viernes, 16 de abril de 2010
jueves, 15 de abril de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
LA GAVIOTA
Era temprano, casi de madrugada, y no había querido desaprovechar unas olas perfectas para la práctica del surf. Esperaba, sentado a flote sobre mi tabla, empezando a disfrutar de la paz de mi entorno. Los primeros rayos de sol invernal teñían de plata el mar, cuando descubrí algo inesperado. Una gaviota se había posado en la nariz de mi tabla. Me miró con total descaro, como si aquella plataforma flotante fuera suya y también se extrañara de encontrar a otro allí posado. Sin embargo, sus patitas resbalaron un poco, en la punta no había puesto parafina. Se acomodó y dejó de mirarme, aunque sin darme la espalda. De pronto, salió volando. Se había dado cuenta. La ola perfecta que había estado esperando estaba a punto de arrollarme. Lavadora perfecta.
En cuanto emergí, y me hube aclarado la vista, pude verla sobrevolando la cala. Volví a remar sobre la tabla hasta mi posición inicial y, una vez me hube sentado otra vez, allí estaba de nuevo. Posada sobre la nariz de mi tabla, mirándome con el mismo descaro de antes. Entonces comprendí. Esperamos. Esperamos. No quería precipitarme con cualquier ola. Por fin llegó. Una ola de metro y medio se levantó frente a nosotros. Encaré la tabla y comencé a remar. La pared de la ola nos elevaba. Salté y me puse en pie. La ola nos llevó como el viento hasta romperse en un mar de espuma blanca. En cuanto me hundí por mi propio peso abandonó la tabla. Entonces gritó. Gritó algo un par de veces mientras me sobrevolaba no muy alto. Yo también grité alzando mi puño al aire. Nada en concreto, solo un grito vacío. Los dos estábamos dando las gracias a la Madre Naturaleza por permitirnos, por dejarnos ser participes de aquella inigualable experiencia.
En cuanto emergí, y me hube aclarado la vista, pude verla sobrevolando la cala. Volví a remar sobre la tabla hasta mi posición inicial y, una vez me hube sentado otra vez, allí estaba de nuevo. Posada sobre la nariz de mi tabla, mirándome con el mismo descaro de antes. Entonces comprendí. Esperamos. Esperamos. No quería precipitarme con cualquier ola. Por fin llegó. Una ola de metro y medio se levantó frente a nosotros. Encaré la tabla y comencé a remar. La pared de la ola nos elevaba. Salté y me puse en pie. La ola nos llevó como el viento hasta romperse en un mar de espuma blanca. En cuanto me hundí por mi propio peso abandonó la tabla. Entonces gritó. Gritó algo un par de veces mientras me sobrevolaba no muy alto. Yo también grité alzando mi puño al aire. Nada en concreto, solo un grito vacío. Los dos estábamos dando las gracias a la Madre Naturaleza por permitirnos, por dejarnos ser participes de aquella inigualable experiencia.
domingo, 14 de febrero de 2010
EL FORNER
A en Dídac Puig se li havia mort la dona aquell mateix any. Com que no podia dormir per les nits havia deixat la seva feina, abans d’ocasionar cap problema per aquell fet, i es posà a treballar com a forner en una petita fleca del seu petit poble d’una petita contrada. Allí es passava totes les nits amassant i coent les peces que la mestressa s’encarregava de començar a vendre a primera hora, tal com s’havia fet tota la vida. En Dídac no va trobar cap consol en aquella nova feina. Tanmateix, tot sol, podia passar-se les nits plorant lliurement sense que s’hagués d’amoïnar per res més. El record de la seva dona era tan recent i tan profund que no podia evitar ofegar la pena entre llàgrimes mentre treballava. Algunes vegades s’adonava que s’endarreria inconscientment i llavors s’apressava per tal d’arribar a temps a l’alba amb totes les fornades. Del que no se n’adonà en Dídac es que mentre plorava i amassava el pa les llàgrimes, que en un principi l’havien molestat en caure pel seu rostre avall, anaven a parar a la mateixa massa mesclant-se amb la resta d’ingredients.
A la mestressa van començar a estranyar-li els comentaris que, tot d’una, li feren els seus clientes: “Senyora Tomasa, vull una barra cuita com la d’ahir, plena de records”, “Senyora Mitjans, un pa rodó cruixent com sempre, a poder ser amb un toc d’aquella dolça melangia”, “Senyora, vull expressar-li la meva indignació amb els darrers llonguets que he adquirit en aquest, el seu establiment, doncs no guanyo per mocadors de paper per a tota la família. Ens omplen d’inconsolable i infinita tristor. No obstant, tenen una molla tan blana, esponjosa, i amorosa que ens faran repetir si més no avui.” La mestressa, encuriosida, va acostar-s’hi una nit al forn per tractar de copsar que hi feia en Dídac de diferent. Va passar-s’hi hores observant sense veure a simple vista que fes ni utilitzes res, ni cap ingredient, que no s’hagués utilitzat abans. Va atribuir aquell misteri a la passió, la tendresa i la dedicació que el seu forner emprava a cada nova peça, com si cadascuna fos quelcom essencial.
A la mestressa van començar a estranyar-li els comentaris que, tot d’una, li feren els seus clientes: “Senyora Tomasa, vull una barra cuita com la d’ahir, plena de records”, “Senyora Mitjans, un pa rodó cruixent com sempre, a poder ser amb un toc d’aquella dolça melangia”, “Senyora, vull expressar-li la meva indignació amb els darrers llonguets que he adquirit en aquest, el seu establiment, doncs no guanyo per mocadors de paper per a tota la família. Ens omplen d’inconsolable i infinita tristor. No obstant, tenen una molla tan blana, esponjosa, i amorosa que ens faran repetir si més no avui.” La mestressa, encuriosida, va acostar-s’hi una nit al forn per tractar de copsar que hi feia en Dídac de diferent. Va passar-s’hi hores observant sense veure a simple vista que fes ni utilitzes res, ni cap ingredient, que no s’hagués utilitzat abans. Va atribuir aquell misteri a la passió, la tendresa i la dedicació que el seu forner emprava a cada nova peça, com si cadascuna fos quelcom essencial.
viernes, 5 de febrero de 2010
miércoles, 27 de enero de 2010
EL SENDERO
Debido a mi trabajo, en el hospital general, estoy diariamente en contacto con la vida y la muerte. Extrañas circunstancias suceden a mí alrededor. A veces tengo la sensación de ver ángeles y demonios. Parecen observarme, aunque hasta aquel entonces jamás se habían acercado. El caso es que me gusta salir a correr por el paseo marítimo en las oscuras noches de invierno. Después de una dura jornada me ayuda a relajarme, desconectar de todo lo visto y lo vivido. El hospital tiene tragos no demasiado fáciles de digerir.
Subiendo por la muralla que limita el paseo se accede a una playa solitaria y, pasando bajo un túnel que salva las vías del tren, se adentra un sendero en una urbanización que ladea siempre paralela al mar. Así como por el paseo es fácil encontrarse a otras personas haciendo deporte, más allá de las vías del tren jamás cruza nadie. El sendero transcurre en la más absoluta penumbra, solo iluminado por las luces lejanas de algunas casas. Eso permite que las noches de luna llena se proyecten toda suerte de sombras sobre el camino. Los árboles que flanquean el sendero adoptan negras formas amenazantes. Sin embargo, correr por el sendero no me produce ninguna clase de reparo.
Era consciente de la presencia de perros guardianes en las casas de la urbanización, pues es habitual que alguno ladre en la lejanía al detectar mi intrusión por el sendero. Una vez escuché muy de cerca el rumor y gruñidos de uno. Tuve que dar media vuelta a toda velocidad antes de tener que lamentar daños mayores. Desde aquel entonces salgo a correr con una navaja metida en una funda con una hoja de un palmo. No sé si podría defenderme de un perro con esa arma, pero por lo menos me aporta seguridad.
Ocurrió una noche de viento y mucho oleaje. El mar rompía con fuerza contra la costa levantando una neblina que cubría más allá del sendero. Esa noche pocos se habían aventurado a salir a correr. Por descontado el sendero se encontraba completamente solitario. El frío, el viento y la neblina, conjugados con las sombras de la luna, ofrecían un aspecto terrorífico todo a lo largo del camino. Estaba pensando que había sido un error salir a correr aquella noche cuando escuché un sonido de roce en los matorrales. Atento saque la navaja, pero la forma que se definió ante mi echó por los suelos cualquier expectativa de defensa. El perro más enorme que jamás hubiera podido imaginar se cruzó delante de mí. Su pelaje gris oscuro, lobezno, y sus ojos púrpura apenas destacaban en la oscuridad. Cuando abrió la boca y mostró su desafiante dentadura supe que no tenía escapatoria. Por si aquello no fuera poco, la bestia pareció erguirse sobre sus patas traseras. En poco segundos aquel ser infernal estaba andando hacia mí. Las lágrimas de terror empezaban a llegar hasta mi boca mientras retrocedía impotente esperando el ataque de la bestia que, sin rugir ni empujar, me obligaba a seguir retrocediendo a medida que continuaba avanzando a dos patas hacia mí. Así estuvimos un rato que me pareció eterno, esperando a que llegara el final. Cuando, de pronto, señaló un espacio negro entre unos olivos. Así permaneció, sin dejar de mostrar sus fauces, hasta que comprendí que quería dirigirme hacia allí dentro. No tenía elección. Me encaminé despacio y agachado por un túnel entre árboles, luego entre rocas, mientras la bestia seguía mis pasos.
Cuando mi vista logró acostumbrarse a la penumbra nos detuvimos. Otro de aquellos seres yacía en el suelo, parecía enfermo o herido. Al poco tiempo comprendí que debía examinarle. Le habían disparado con una escopeta de caza. La metralla le había perforado el estomago. Explique en voz alta que debía ir a mi casa a por el material necesario para practicar la cura o de otra forma moriría a las pocas horas. Accedió. Al llegar a mi apartamento dudé si quedarme allí refugiado o regresar con el material quirúrgico. Si no regresaba era consciente que aquella bestia no cesaría hasta acabar conmigo. Sabía quien era puesto que conocía cual era mi profesión. Debía cumplir, pues, con mi palabra. Así que regresé hasta su escondrijo. Sedé a la bestia herida, le aplique suero fisiológico, limpié las heridas y luego las cosí. Cuando hube terminado no sabía que clase de suerte me esperaba. Me encaré hacia el ser que me había abordado en el camino y supe que mi recompensa era la vida.
He seguido saliendo a correr por aquel sendero. Tal vez con la esperanza de saber algo más acerca de ellos, o tal vez con la esperanza de... una solicitud inconfesable.
Subiendo por la muralla que limita el paseo se accede a una playa solitaria y, pasando bajo un túnel que salva las vías del tren, se adentra un sendero en una urbanización que ladea siempre paralela al mar. Así como por el paseo es fácil encontrarse a otras personas haciendo deporte, más allá de las vías del tren jamás cruza nadie. El sendero transcurre en la más absoluta penumbra, solo iluminado por las luces lejanas de algunas casas. Eso permite que las noches de luna llena se proyecten toda suerte de sombras sobre el camino. Los árboles que flanquean el sendero adoptan negras formas amenazantes. Sin embargo, correr por el sendero no me produce ninguna clase de reparo.
Era consciente de la presencia de perros guardianes en las casas de la urbanización, pues es habitual que alguno ladre en la lejanía al detectar mi intrusión por el sendero. Una vez escuché muy de cerca el rumor y gruñidos de uno. Tuve que dar media vuelta a toda velocidad antes de tener que lamentar daños mayores. Desde aquel entonces salgo a correr con una navaja metida en una funda con una hoja de un palmo. No sé si podría defenderme de un perro con esa arma, pero por lo menos me aporta seguridad.
Ocurrió una noche de viento y mucho oleaje. El mar rompía con fuerza contra la costa levantando una neblina que cubría más allá del sendero. Esa noche pocos se habían aventurado a salir a correr. Por descontado el sendero se encontraba completamente solitario. El frío, el viento y la neblina, conjugados con las sombras de la luna, ofrecían un aspecto terrorífico todo a lo largo del camino. Estaba pensando que había sido un error salir a correr aquella noche cuando escuché un sonido de roce en los matorrales. Atento saque la navaja, pero la forma que se definió ante mi echó por los suelos cualquier expectativa de defensa. El perro más enorme que jamás hubiera podido imaginar se cruzó delante de mí. Su pelaje gris oscuro, lobezno, y sus ojos púrpura apenas destacaban en la oscuridad. Cuando abrió la boca y mostró su desafiante dentadura supe que no tenía escapatoria. Por si aquello no fuera poco, la bestia pareció erguirse sobre sus patas traseras. En poco segundos aquel ser infernal estaba andando hacia mí. Las lágrimas de terror empezaban a llegar hasta mi boca mientras retrocedía impotente esperando el ataque de la bestia que, sin rugir ni empujar, me obligaba a seguir retrocediendo a medida que continuaba avanzando a dos patas hacia mí. Así estuvimos un rato que me pareció eterno, esperando a que llegara el final. Cuando, de pronto, señaló un espacio negro entre unos olivos. Así permaneció, sin dejar de mostrar sus fauces, hasta que comprendí que quería dirigirme hacia allí dentro. No tenía elección. Me encaminé despacio y agachado por un túnel entre árboles, luego entre rocas, mientras la bestia seguía mis pasos.
Cuando mi vista logró acostumbrarse a la penumbra nos detuvimos. Otro de aquellos seres yacía en el suelo, parecía enfermo o herido. Al poco tiempo comprendí que debía examinarle. Le habían disparado con una escopeta de caza. La metralla le había perforado el estomago. Explique en voz alta que debía ir a mi casa a por el material necesario para practicar la cura o de otra forma moriría a las pocas horas. Accedió. Al llegar a mi apartamento dudé si quedarme allí refugiado o regresar con el material quirúrgico. Si no regresaba era consciente que aquella bestia no cesaría hasta acabar conmigo. Sabía quien era puesto que conocía cual era mi profesión. Debía cumplir, pues, con mi palabra. Así que regresé hasta su escondrijo. Sedé a la bestia herida, le aplique suero fisiológico, limpié las heridas y luego las cosí. Cuando hube terminado no sabía que clase de suerte me esperaba. Me encaré hacia el ser que me había abordado en el camino y supe que mi recompensa era la vida.
He seguido saliendo a correr por aquel sendero. Tal vez con la esperanza de saber algo más acerca de ellos, o tal vez con la esperanza de... una solicitud inconfesable.
domingo, 17 de enero de 2010
MILLION DOLLAR HOTEL
Room 1
¿Me habrá reconocido alguien? No. Es imposible. Con el pasamontañas es imposible que nos haya podido reconocer nadie. Un momento… Las cámaras de seguridad. ¿Por las cámaras de seguridad pueden reconocernos? Si cae uno caemos todos. ¿Podrán descubrir nuestros rostros con algún programa informático de esos?... No. No, tal cosa no existe. Debo estar tranquilo. Calma. Debo calmarme y pensar que todo va a salir bien. Por el momento estoy aquí. A salvo. No me ha seguido nadie... Si me hubiera seguido alguien ya lo sabría… Ya me hubieran detenido… No. Ni siquiera el tipo de la recepción pareció sospechar nada ni hizo ningún movimiento extraño. Tengo que guardar bien las bolsas con las joyas, eso sí. Debo encontrar un sitio en esta habitación donde tenerlas escondidas durante el tiempo que permanezca aquí, sin que nadie pueda echarles el guante… Vamos a ver. Puede ser que este armario tenga algún buen sitio donde meterlas. Veamos… Pero, ¿y los disparos?… No tuve más remedio que disparar al guarda. ¿Era un guarda de seguridad o vigilante jurado? Llevaba revolver. Estoy seguro. Era un vigilante jurado. Hubiera disparado si yo no lo hubiera hecho antes… O no… ¿O solo pueden disparar en caso de defensa?… ¿Estará muerto?... No creo. Solo le di en las piernas, en los pies, y tal vez un poco en el estómago. Pero muy de refilón. La tele. Pondré la tele. Tal vez en las noticias digan algo.
Room 2
Tan de bo fóssim aquí tots dos junts... La trobo tan a faltar... Ara podríem sortir a passejar tots dos junts pel moll. Hi seriem una bona estona, passejant. O tal vegada podríem jeure al parc. Faríem una mica l’ença. Potser el ronso, fins i tot. Després faríem una volteta abans de tornar cap aquí. Una volteta pels carrers d’aquí darrera. Res d’especial. Només per descobrir que tenim aquí a tocar. Em moro de ganes de tornar a casa. Que em vingui a rebre. De ser amb ella. Sé que no l’agrada que em quedi assegut veient la tele. Procuraria complaure-la més. Estar més per ella. Sé que ho necessita. En un parell de dies tornaré a ser amb ella. Obriré la porta i s’abraonarà sobre meu. Segur que em fa caure a terra. Hi té molta traça a tirar-me. O molta força, més que no pas traça. Li acariciaré el morret i llavors ja serà tota meva. M’omplirà de llepades per tot arreu.
Room 3
Dónde he dejado la llave... Dónde coño habré dejado la llave, ¿¡eh!?... Odio cuando pasan estas cosas… Lo odio… Y ahora qué… Mierda, tengo un tacón roto… ¡Se me acaba de romper un puto tacón!… Solo me faltaba ahora esto… Tengo que salir a por una botella… Necesito un trago… ¿Qué derecho tenía a sacarme de su bar?... ¿Se cree que su bar no apesta?... Su bar apesta igual que su mierda… Dónde he dejado las llaves… ¡No tenían porqué reírse!... Y no tenía ningún derecho, ¡ninguno!, a echarme de su bar… Tengo dinero… Puedo pagar lo que bebo… ¿A caso no le he pagado lo que le debía?... Entonces, ¿por qué me ha echado de su bar como a un perro?... Y la llave… ¿Dónde está la llave?... Necesito salir a por otra botella ahora mismo…
Room 4
Haig de fer-ho... Haig de fer-ho... No puc suportar-ho més. I si la trucava?... Podria fer-li un truc. Parlar amb ella. Provar de fer-la entrar en raó. Dir-li que no puc viure sense ella. Que si no torna amb mi em mataré. Ho faré... Sí, ho faré si no torna amb mi... Això és que en té un altre. Segur que en té un altre i ara està amb ell... Rient-se tots dos de mi. Gairebé els puc sentir... Res no té sentit, doncs. Ho haig de fer... Però, ¿com?... Puc provar de penjar-me. Però on trobo una corda?... Ben mirat, per què vull una corda. Puc fer servir el cinturó. Sí, el cinturó valdrà. Però a on el lligo?... No n’hi ha cap lloc a on lligar-lo... M’hauré de llençar a les vies del tren. Això mai falla. Quan el vegi arribar, ¡pam!, m’hi tiro. Però... ¿i si provo de parlar-hi abans?...
Room 5
- Te dije que dejaba la cena preparada en la nevera. ¿Cuántas veces te dije que dejaba la cena del niño preparada en la nevera?.. ¿Cuántas, eh? Si no te lo dije cien veces no te lo dije ninguna. ¿Y por qué no me has hecho caso?... Pizza. Le has dado al niño pizza para cenar. ¿Y por qué no una cerveza ya de paso?... ¿Te parece gracioso? Es lo que me faltaba. No solo ya no me escuchas, ni me haces caso de lo que te digo, sino que además te ríes de mí… Sí. Sí. Te estás riendo de mí. Tu dirás lo que quieras, pero te estás riendo de mí. ¿Qué es lo que te parece gracioso, eh? Ah, no es para tanto. Que no es para tanto, es lo único que se te ocurre decir. Muy bien, hombre. Perfecto. Yo preocupándome que al niño no le falte de nada, dedicando tiempo y esfuerzo, y tu… Tu no me haces caso. Te ríes de mí… ¿Qué no llore? Cómo quieres que no llore si ya no me quieres…
Room 6
- Aaahhh... Aaahhh... Aaahhh... No paris Jordi. No paris...
- Ooohhh.... Ooohhh... Ooohhh.... Esther, que bé...
- Mmmm... Siiiiií. Mmmmmm. Griseldaaaa, siiiií...
- M’encanta... M’encanta... M’encantaaaa, Verónica. M’encanta...
- Més. Més. Més. Més. Gabriela, vull més...
- Ui... Ui... Ui... Uiuiuiuiui, Raquel, uiuiuiuiui...
- ¡Aaaaaargh! ¡Obriu el llum, collons! Cinc ties i dos tios en una habitació i és el tercer cop que em donen pèl cul...
Room 7
- More! More! More! More! Yeaaaahhhh!!!
- Yeah, riiiight!!!! I need more beer! Jajajaja.
- Let’s go to a pub…
- Yeah, let’s go to a pub!
- Weeee are the chaaaampions, my frieeend.
- I’m hungry, men. I like to eat something.
- Beer. Only need beer!!! Jajajaja.
- Oh, you’re crazy, Will…
- Look Will!!! He’s jumping on the bed…! He’s completely fool… Jajaja.
- It’s my bed!
- Come on. Everybody here jumping.
- Yeaaahhh!!!! To the Ken bed’s!
- Jajajaja. Oooohhhh! I’m jumping! I’m jumping! Mm, buergh. Bueeeerrrgh…
- My bed!!!!! Get out of my bed, ass holds!!!!
Room 8
“Smoke on the water” de Deep Purple intentant ser assajada, una vegada rere un altre, en una guitarra Gibson connectada a un amplificador Marshall de 50 Watts.
Room 9
- Vafanculo, figlio di putana!!! Voglio dormire!!!
Room 10
- L’assalt a mà armada a la joieria s’ha saldat, doncs, amb la mort del vigilant de seguretat. Encara no es disposa de dades oficials referents al valor de les joies sostretes, però podria estar rondant els quaranta-cinc mil Euros segons fonts extraoficials. El jutge que instrueix el cas ha guardat secret de sumari i només ha transcendit la descripció dels dos atracadors. Repetim, un home d’uns trenta anys, complexió atlètica, metre setanta-cinc d’alçada, i origen eslau. I un altre home d’uns quaranta-cinc anys, de complexió ample, metre setanta d’alçada, i origen espanyol. Presumptament haurien atracat i mort el vigilant de seguretat de la coneguda joiera Polo’s .
En un altre ordre de coses, el Manchester United s’ha proclamat aquest mateix vespre en el nou campió de la Lliga de Campions al derrotar per un ajustat u a cero a la Fiorentina . Eduard Aymerich, no ha estat possible la gesta italiana.
Room 11
Desocupada.
Room 12
- Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz.
Room 13
Bé, doncs això ja està.... Paro Miles Davis. Tapo l’ampolla de Cardhu. Torno a posar el gel al congelador. Guardo “L’esmorzar a Tiffany’s” de Truman Capote. He de buidar l’armari. Que no se m’oblidi el xampú que he deixat a la dutxa, que sempre me l’oblido. Em conecto a Internet. Penjo el text senser al Blog. I ja podré tornar a casa. L’altre casa.
¿Me habrá reconocido alguien? No. Es imposible. Con el pasamontañas es imposible que nos haya podido reconocer nadie. Un momento… Las cámaras de seguridad. ¿Por las cámaras de seguridad pueden reconocernos? Si cae uno caemos todos. ¿Podrán descubrir nuestros rostros con algún programa informático de esos?... No. No, tal cosa no existe. Debo estar tranquilo. Calma. Debo calmarme y pensar que todo va a salir bien. Por el momento estoy aquí. A salvo. No me ha seguido nadie... Si me hubiera seguido alguien ya lo sabría… Ya me hubieran detenido… No. Ni siquiera el tipo de la recepción pareció sospechar nada ni hizo ningún movimiento extraño. Tengo que guardar bien las bolsas con las joyas, eso sí. Debo encontrar un sitio en esta habitación donde tenerlas escondidas durante el tiempo que permanezca aquí, sin que nadie pueda echarles el guante… Vamos a ver. Puede ser que este armario tenga algún buen sitio donde meterlas. Veamos… Pero, ¿y los disparos?… No tuve más remedio que disparar al guarda. ¿Era un guarda de seguridad o vigilante jurado? Llevaba revolver. Estoy seguro. Era un vigilante jurado. Hubiera disparado si yo no lo hubiera hecho antes… O no… ¿O solo pueden disparar en caso de defensa?… ¿Estará muerto?... No creo. Solo le di en las piernas, en los pies, y tal vez un poco en el estómago. Pero muy de refilón. La tele. Pondré la tele. Tal vez en las noticias digan algo.
Room 2
Tan de bo fóssim aquí tots dos junts... La trobo tan a faltar... Ara podríem sortir a passejar tots dos junts pel moll. Hi seriem una bona estona, passejant. O tal vegada podríem jeure al parc. Faríem una mica l’ença. Potser el ronso, fins i tot. Després faríem una volteta abans de tornar cap aquí. Una volteta pels carrers d’aquí darrera. Res d’especial. Només per descobrir que tenim aquí a tocar. Em moro de ganes de tornar a casa. Que em vingui a rebre. De ser amb ella. Sé que no l’agrada que em quedi assegut veient la tele. Procuraria complaure-la més. Estar més per ella. Sé que ho necessita. En un parell de dies tornaré a ser amb ella. Obriré la porta i s’abraonarà sobre meu. Segur que em fa caure a terra. Hi té molta traça a tirar-me. O molta força, més que no pas traça. Li acariciaré el morret i llavors ja serà tota meva. M’omplirà de llepades per tot arreu.
Room 3
Dónde he dejado la llave... Dónde coño habré dejado la llave, ¿¡eh!?... Odio cuando pasan estas cosas… Lo odio… Y ahora qué… Mierda, tengo un tacón roto… ¡Se me acaba de romper un puto tacón!… Solo me faltaba ahora esto… Tengo que salir a por una botella… Necesito un trago… ¿Qué derecho tenía a sacarme de su bar?... ¿Se cree que su bar no apesta?... Su bar apesta igual que su mierda… Dónde he dejado las llaves… ¡No tenían porqué reírse!... Y no tenía ningún derecho, ¡ninguno!, a echarme de su bar… Tengo dinero… Puedo pagar lo que bebo… ¿A caso no le he pagado lo que le debía?... Entonces, ¿por qué me ha echado de su bar como a un perro?... Y la llave… ¿Dónde está la llave?... Necesito salir a por otra botella ahora mismo…
Room 4
Haig de fer-ho... Haig de fer-ho... No puc suportar-ho més. I si la trucava?... Podria fer-li un truc. Parlar amb ella. Provar de fer-la entrar en raó. Dir-li que no puc viure sense ella. Que si no torna amb mi em mataré. Ho faré... Sí, ho faré si no torna amb mi... Això és que en té un altre. Segur que en té un altre i ara està amb ell... Rient-se tots dos de mi. Gairebé els puc sentir... Res no té sentit, doncs. Ho haig de fer... Però, ¿com?... Puc provar de penjar-me. Però on trobo una corda?... Ben mirat, per què vull una corda. Puc fer servir el cinturó. Sí, el cinturó valdrà. Però a on el lligo?... No n’hi ha cap lloc a on lligar-lo... M’hauré de llençar a les vies del tren. Això mai falla. Quan el vegi arribar, ¡pam!, m’hi tiro. Però... ¿i si provo de parlar-hi abans?...
Room 5
- Te dije que dejaba la cena preparada en la nevera. ¿Cuántas veces te dije que dejaba la cena del niño preparada en la nevera?.. ¿Cuántas, eh? Si no te lo dije cien veces no te lo dije ninguna. ¿Y por qué no me has hecho caso?... Pizza. Le has dado al niño pizza para cenar. ¿Y por qué no una cerveza ya de paso?... ¿Te parece gracioso? Es lo que me faltaba. No solo ya no me escuchas, ni me haces caso de lo que te digo, sino que además te ríes de mí… Sí. Sí. Te estás riendo de mí. Tu dirás lo que quieras, pero te estás riendo de mí. ¿Qué es lo que te parece gracioso, eh? Ah, no es para tanto. Que no es para tanto, es lo único que se te ocurre decir. Muy bien, hombre. Perfecto. Yo preocupándome que al niño no le falte de nada, dedicando tiempo y esfuerzo, y tu… Tu no me haces caso. Te ríes de mí… ¿Qué no llore? Cómo quieres que no llore si ya no me quieres…
Room 6
- Aaahhh... Aaahhh... Aaahhh... No paris Jordi. No paris...
- Ooohhh.... Ooohhh... Ooohhh.... Esther, que bé...
- Mmmm... Siiiiií. Mmmmmm. Griseldaaaa, siiiií...
- M’encanta... M’encanta... M’encantaaaa, Verónica. M’encanta...
- Més. Més. Més. Més. Gabriela, vull més...
- Ui... Ui... Ui... Uiuiuiuiui, Raquel, uiuiuiuiui...
- ¡Aaaaaargh! ¡Obriu el llum, collons! Cinc ties i dos tios en una habitació i és el tercer cop que em donen pèl cul...
Room 7
- More! More! More! More! Yeaaaahhhh!!!
- Yeah, riiiight!!!! I need more beer! Jajajaja.
- Let’s go to a pub…
- Yeah, let’s go to a pub!
- Weeee are the chaaaampions, my frieeend.
- I’m hungry, men. I like to eat something.
- Beer. Only need beer!!! Jajajaja.
- Oh, you’re crazy, Will…
- Look Will!!! He’s jumping on the bed…! He’s completely fool… Jajaja.
- It’s my bed!
- Come on. Everybody here jumping.
- Yeaaahhh!!!! To the Ken bed’s!
- Jajajaja. Oooohhhh! I’m jumping! I’m jumping! Mm, buergh. Bueeeerrrgh…
- My bed!!!!! Get out of my bed, ass holds!!!!
Room 8
“Smoke on the water” de Deep Purple intentant ser assajada, una vegada rere un altre, en una guitarra Gibson connectada a un amplificador Marshall de 50 Watts.
Room 9
- Vafanculo, figlio di putana!!! Voglio dormire!!!
Room 10
- L’assalt a mà armada a la joieria s’ha saldat, doncs, amb la mort del vigilant de seguretat. Encara no es disposa de dades oficials referents al valor de les joies sostretes, però podria estar rondant els quaranta-cinc mil Euros segons fonts extraoficials. El jutge que instrueix el cas ha guardat secret de sumari i només ha transcendit la descripció dels dos atracadors. Repetim, un home d’uns trenta anys, complexió atlètica, metre setanta-cinc d’alçada, i origen eslau. I un altre home d’uns quaranta-cinc anys, de complexió ample, metre setanta d’alçada, i origen espanyol. Presumptament haurien atracat i mort el vigilant de seguretat de la coneguda joiera Polo’s .
En un altre ordre de coses, el Manchester United s’ha proclamat aquest mateix vespre en el nou campió de la Lliga de Campions al derrotar per un ajustat u a cero a la Fiorentina . Eduard Aymerich, no ha estat possible la gesta italiana.
Room 11
Desocupada.
Room 12
- Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz Zzzzzzzz.
Room 13
Bé, doncs això ja està.... Paro Miles Davis. Tapo l’ampolla de Cardhu. Torno a posar el gel al congelador. Guardo “L’esmorzar a Tiffany’s” de Truman Capote. He de buidar l’armari. Que no se m’oblidi el xampú que he deixat a la dutxa, que sempre me l’oblido. Em conecto a Internet. Penjo el text senser al Blog. I ja podré tornar a casa. L’altre casa.
viernes, 8 de enero de 2010
MELISA
Era un día frío de Enero. Congelado. La nieve cubría gran parte del país hasta la costa. Nunca solía viajar en tren, pero aquella noche no tuve más remedio que hacerlo. Dejé el coche en Barcelona y regresé a casa en el último convoy. Al llegar a mi estación de destino una ventisca recorría el andén como si se tratara de un gigantesco espectro que tratara de sobrevivir a base de helar el alma a los incautos. No se veía absolutamente a nadie. Cuando el tren abandonó la estación solo se escucharon mis pasos en la noche, amortiguados por los gemidos de aquellas malditas ráfagas de viento. La luna se ocultaba tras unas negras nubes vaporosas cubiertas de plata. Ni siquiera me daba cuenta que me estaba siguiendo. No había pasos tras de mi. Ni sonido de respiración. Ni pulso. No sé como consiguió llegar antes que yo, pero ya me estaba esperando cuando traté de encender las luces del hogar. No hubo manera. Recordé que guardaba unas velas de cera en un cajón de la cómoda. Así que fui a tientas, recorriendo habitaciones y corredores en plena oscuridad, hasta llegar a la alcoba. Fue allí, al abrir el cajón, cuando noté su presencia por primera vez. Seguía observándome en silencio. ¿Qué puedes decirle a una presencia sobrenatural cuando te la encuentras cara a cara? ¿Quién anda ahí…? Fue todo lo que pude pronunciar. Mientras mis ojos comenzaban a vislumbrar en la penumbra, ella se acercó hasta mí. La sangre se me heló más rápido de cómo lo había hecho la ventisca del andén. Fue un amor a primera vista. No lo pudimos evitar. Es una sensación que ocurre muy, muy pocas veces en la vida. Aunque tu vida sea inmortal. Me enamoré perdidamente de una vampiro, y no fueron precisas palabras, aunque ella hablaba nuestro idioma. Sus ojos eran tan penetrantes como la daga del acero más fino. Llegaron directos y veloces a mi corazón como no lo hubiera hecho el veneno más mortífero. Eran totalmente blancos con la excepción de la pupila negra. Pero llenos de curiosidad y de una extraña ternura. Tan extraña ternura como la del humano que observa a un bonito e indefenso cordero. Su piel era irreal, como de seda. De una palidez extrema, parecía un ángel de la muerte. Su cabello era lo más semejante a la crin salvaje de un caballo. Sus labios eran finos pero firmes en su grande boca. Escondían el arma más letal de todas cuantas puedan imaginarse.
Nuestras primeras citas eran siempre de noche. Solíamos ver juntos películas de vampiros. Las películas que para mi eran de terror para ella eran auténticas comedias. Los vampiros no dejan marcas de colmillos en el cuello de sus víctimas. La alarma social que se desataría sería tal que la policía acabaría dando con ellos en pocas semanas. Los vampiros atacan a sus víctimas utilizando armas convencionales y beben la sangre de las heridas, sin dejar rastro. A los ojos de los humanos se trata de asesinatos o accidentes. Al principio no conseguía acostumbrarme a su necesidad vital. Supe que incluso solían provocar accidentes de tráfico para conseguir cazar a sus víctimas, y que aquello hasta les divertía. Como una broma infantil. Intenté ver el lado positivo y traté de sacarle partido. Le daba listados con la gente que, puestos a tener que sacrificar a alguien, no me importaba saber que habían muerto, como alimento. Es más, hasta deseaba la muerte de algunos de ellos. Verdaderas malas personas que se habían cruzado en mi vida causando dolor y dejando mella.
Con los meses nuestro amor se ha consolidado. Con ella me siento como jamás me he sentido ni sé que me sentiré con nadie más. Pero del mismo modo sé que yo envejeceré y ella seguirá permaneciendo con su belleza y lozanía perenne. Después de pensarlo durante muchos días y durante muchas noches, he tomado la decisión. ¿Por qué conformarse con vivir una vida juntos pudiendo vivir una eternidad? Este mundo ya no es suficiente. Mi cuerpo me limita. Necesito otra forma de expresión para lo que siento, y esa forma no es humana. ¿Será una bendición o una condena? Esta noche verán mis ojos brillar la luz en la oscuridad como fulgor de la nieve bajo el sol.
Nuestras primeras citas eran siempre de noche. Solíamos ver juntos películas de vampiros. Las películas que para mi eran de terror para ella eran auténticas comedias. Los vampiros no dejan marcas de colmillos en el cuello de sus víctimas. La alarma social que se desataría sería tal que la policía acabaría dando con ellos en pocas semanas. Los vampiros atacan a sus víctimas utilizando armas convencionales y beben la sangre de las heridas, sin dejar rastro. A los ojos de los humanos se trata de asesinatos o accidentes. Al principio no conseguía acostumbrarme a su necesidad vital. Supe que incluso solían provocar accidentes de tráfico para conseguir cazar a sus víctimas, y que aquello hasta les divertía. Como una broma infantil. Intenté ver el lado positivo y traté de sacarle partido. Le daba listados con la gente que, puestos a tener que sacrificar a alguien, no me importaba saber que habían muerto, como alimento. Es más, hasta deseaba la muerte de algunos de ellos. Verdaderas malas personas que se habían cruzado en mi vida causando dolor y dejando mella.
Con los meses nuestro amor se ha consolidado. Con ella me siento como jamás me he sentido ni sé que me sentiré con nadie más. Pero del mismo modo sé que yo envejeceré y ella seguirá permaneciendo con su belleza y lozanía perenne. Después de pensarlo durante muchos días y durante muchas noches, he tomado la decisión. ¿Por qué conformarse con vivir una vida juntos pudiendo vivir una eternidad? Este mundo ya no es suficiente. Mi cuerpo me limita. Necesito otra forma de expresión para lo que siento, y esa forma no es humana. ¿Será una bendición o una condena? Esta noche verán mis ojos brillar la luz en la oscuridad como fulgor de la nieve bajo el sol.
domingo, 3 de enero de 2010
UN CASO DE VIGILANCIA RUTINARIA
Podría decirse que era un caso de vigilancia rutinaria. Un chivatazo nos había alertado de que un narco, llamado el Africano, efectuaría una entrega en la estación Verdaguer a las 11:00 AM. En el andén de la línea 4, sin concretar dirección. Llevábamos varios meses tras sus pasos. Y aquel día, para variar, me había levantado con una turbulenta resaca.
Me encontraba, pues, en el susodicho andén una media hora antes de. La espera estaba resultando de lo más desesperante. Con mucho gusto me hubiera fumado allí un cigarrillo, acompañado de un doble. Por qué no. El caso es que estas malditas vigilancias te dejan demasiado tiempo para pensar. Y eso, para un tipo como yo, no es nada recomendable. Me di cuenta que llevaba un par de días sin pasar por la ducha. Alguno más sin afeitarme. La camisa, por suerte, me la había cambiado el día anterior. Mi aspecto era de lo más deplorable. Pero me daba igual. Aunque, bueno, tengo que reconocer que la traicionera voz interior de mi consciencia algo me estaba contando. Y parecía llevar razón.
Lo más destacable hasta el momento había sido una rubia de falda corta y piernas largas que esperaba la llegada del próximo convoy. La estaba mirando. No sin demasiado disimulo, la verdad. Y ella se dio cuenta. Al principio creí que se había molestado, pero luego pareció gustarle que la observara. Miró a su reloj y se fue hacia las escaleras que subían a un puesto de bar. Aquello pudo con mi débil voluntad. Así que me fui tras sus pasos. Estaba tomándose un café solo. Yo me puse a su lado, controlando el andén por una ventanita, y pedí un café con ron.
- Bonito reloj – fue lo primero que me dijo.
Allí dio en el clavo de la vanidad de cualquier hombre. Empecé a contarle como había conseguido mi Rolex a través de un contacto, digamos, al filo de lo legal. Un confidente al que le dábamos rienda suelta a cambio de cierta información. La rubia de piernas largas parecía interesada en lo que le estaba contando. En el andén no había ni rastro del Africano. Así que, después de apurar nuestros cafés, volvimos abajo los dos juntos. Ella cogió el siguiente convoy. Supuse que debería ir al trabajo. Luego permanecí en mi puesto unos minutos más hasta que entró una llamada del teniente Morales.
El Africano había sido visto por otro agente situado en la plaza saliendo de la estación en cuestión con un maletín. El intercambio se había realizado en el otro andén. El que la rubia de piernas largas se encargó de que yo no viera. Tuve que aguantar las voces del teniente Morales durante largo rato, y no hay nada en el mundo que odie más. Me citó en su despacho al día siguiente, para que le llevara un informe por escrito a primera hora. Así que volví a mi casa. Encendí el televisor, estaban dando dibujos animados. Me tumbé en el sillón. Aferré con una mano un paquete de Marlboro y en la otra una botella de Ballantines. Encendí un primer cigarrillo. Di un primer trago. Y así, uno tras otro, permanecí hasta la inconsciencia.
Me encontraba, pues, en el susodicho andén una media hora antes de. La espera estaba resultando de lo más desesperante. Con mucho gusto me hubiera fumado allí un cigarrillo, acompañado de un doble. Por qué no. El caso es que estas malditas vigilancias te dejan demasiado tiempo para pensar. Y eso, para un tipo como yo, no es nada recomendable. Me di cuenta que llevaba un par de días sin pasar por la ducha. Alguno más sin afeitarme. La camisa, por suerte, me la había cambiado el día anterior. Mi aspecto era de lo más deplorable. Pero me daba igual. Aunque, bueno, tengo que reconocer que la traicionera voz interior de mi consciencia algo me estaba contando. Y parecía llevar razón.
Lo más destacable hasta el momento había sido una rubia de falda corta y piernas largas que esperaba la llegada del próximo convoy. La estaba mirando. No sin demasiado disimulo, la verdad. Y ella se dio cuenta. Al principio creí que se había molestado, pero luego pareció gustarle que la observara. Miró a su reloj y se fue hacia las escaleras que subían a un puesto de bar. Aquello pudo con mi débil voluntad. Así que me fui tras sus pasos. Estaba tomándose un café solo. Yo me puse a su lado, controlando el andén por una ventanita, y pedí un café con ron.
- Bonito reloj – fue lo primero que me dijo.
Allí dio en el clavo de la vanidad de cualquier hombre. Empecé a contarle como había conseguido mi Rolex a través de un contacto, digamos, al filo de lo legal. Un confidente al que le dábamos rienda suelta a cambio de cierta información. La rubia de piernas largas parecía interesada en lo que le estaba contando. En el andén no había ni rastro del Africano. Así que, después de apurar nuestros cafés, volvimos abajo los dos juntos. Ella cogió el siguiente convoy. Supuse que debería ir al trabajo. Luego permanecí en mi puesto unos minutos más hasta que entró una llamada del teniente Morales.
El Africano había sido visto por otro agente situado en la plaza saliendo de la estación en cuestión con un maletín. El intercambio se había realizado en el otro andén. El que la rubia de piernas largas se encargó de que yo no viera. Tuve que aguantar las voces del teniente Morales durante largo rato, y no hay nada en el mundo que odie más. Me citó en su despacho al día siguiente, para que le llevara un informe por escrito a primera hora. Así que volví a mi casa. Encendí el televisor, estaban dando dibujos animados. Me tumbé en el sillón. Aferré con una mano un paquete de Marlboro y en la otra una botella de Ballantines. Encendí un primer cigarrillo. Di un primer trago. Y así, uno tras otro, permanecí hasta la inconsciencia.
Sense títol (deliberadament)
Dilluns, 23 de Març:
Era un dia com qualsevol altre. La veritat, era un dia tan bo com pot ser un dilluns. Vaig accedir al tercer vagó a l’estació de Poblenou, direcció Passeig de Gràcia, a les 08:32 h. Restaven 28 minuts per arribar a la feina. Temps just, però suficient. Matemàticament calculat per poder dormir fins al darrer instant. Al pujar-hi vaig mirar al meu voltant, per si hi havia un seient buit. Tanmateix, anava força ple. De seients buits no n’hi havia pas. Així que vaig repenjar-me contra les portes blocades a l’altre lateral del vagó. Una primera mirada va recorre els passatgers de la meva dreta. Res a destacar. Cap conegut. Cap cara que em cridés l’atenció. Una segona mirada va recorre els passatgers de la meva esquerra. Res a destacar tampoc. La meva vista anava de tornada cap al terra quan va regressar sobtadament cap a l’esquerra. Algú havia cridat la meva atenció. No era cap persona coneguda. No l’havia vist mai. Més aviat era algú completament diferent. Portava un mocador al cap i la seva roba era un xic exòtica. Anava tota coberta de dalt a baix. Només deixava veure les seves mans i el seu rostre. Un rostre dolç, bru, però amb una mirada profunda, segura de sí mateixa. A mi no em va veure, però jo no vaig poder deixar de mirar-la fins que vaig haver de baixar a la meva estació de destí.
Dimarts, 24 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:29 h., però no hi és.
Dimecres, 25 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:34 h., però no hi és. Començo a pensar que tal vegada va ser una casualitat que no es tornarà a repetir mai més.
Dijous, 26 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:29 h., però no hi és.
Divendres, 27 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:31, en una primera mirada penso que no hi és. Però un cop instal·lat contra les portes blocades me n’adono que està al fons del vagó, llegint un llibre que porta subjecte en una ma. Amb l’altra ma s’aferra a una barra per no caure. Automàticament, no vaig poder deixar de mirar-la novament, com hipnotitzat. Les estacions s’anaven succeint inexorablement i no havia pensat res. No sabia com atansar-m’hi. Quin pretext? Quina excusa? Quin idioma?
Havíem arribat a Jaume I, mancava poc per deixar perdre potser una darrera oportunitat. El primer pas era acostar-me, així ho vaig fer. A mida que m’acostava el cor em bategava cada vegada més fort. Vaig aturar-me al seu costat, com si hagués de baixar per aquella porta. Urquinaona, no tenia massa més temps. Havia de fer alguna cossa, anàvem ja camí de Passeig de Gràcia.
- Hola – vaig dir somrient, potser amb cara de sòmines.
La seva mirada va aixecar-se del llibre, dubtant de si era a ella a qui es dirigien. Finalment les nostres mirades es van creuar per primer cop. Durant un instant el cor, que tronava dins el meu pit, va aturar-se. Un somriure va il·luminar el seu rostre, aquell rostre que havia estat observant des de la distància.
- Què estàs llegint?
Crec que va riure una mica per sota el nas, potser una mica avergonyida. Però a mi no em va importar. La seva mirada va tornar a buscar la meva i, sense deixar de somriure, em va mostrar un llibre que estava escrit en àrab. La meva cara deuria ser un poema, doncs va riure una mica. Jo també vaig riure. No sabíem exactament ben bé perquè, però allí estàvem tots dos. Rient i somrient-nos l’un a l’altre, sortint de l’estació de Girona, sense importar-me ja res més en el mon.
Era un dia com qualsevol altre. La veritat, era un dia tan bo com pot ser un dilluns. Vaig accedir al tercer vagó a l’estació de Poblenou, direcció Passeig de Gràcia, a les 08:32 h. Restaven 28 minuts per arribar a la feina. Temps just, però suficient. Matemàticament calculat per poder dormir fins al darrer instant. Al pujar-hi vaig mirar al meu voltant, per si hi havia un seient buit. Tanmateix, anava força ple. De seients buits no n’hi havia pas. Així que vaig repenjar-me contra les portes blocades a l’altre lateral del vagó. Una primera mirada va recorre els passatgers de la meva dreta. Res a destacar. Cap conegut. Cap cara que em cridés l’atenció. Una segona mirada va recorre els passatgers de la meva esquerra. Res a destacar tampoc. La meva vista anava de tornada cap al terra quan va regressar sobtadament cap a l’esquerra. Algú havia cridat la meva atenció. No era cap persona coneguda. No l’havia vist mai. Més aviat era algú completament diferent. Portava un mocador al cap i la seva roba era un xic exòtica. Anava tota coberta de dalt a baix. Només deixava veure les seves mans i el seu rostre. Un rostre dolç, bru, però amb una mirada profunda, segura de sí mateixa. A mi no em va veure, però jo no vaig poder deixar de mirar-la fins que vaig haver de baixar a la meva estació de destí.
Dimarts, 24 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:29 h., però no hi és.
Dimecres, 25 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:34 h., però no hi és. Començo a pensar que tal vegada va ser una casualitat que no es tornarà a repetir mai més.
Dijous, 26 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:29 h., però no hi és.
Divendres, 27 de Març:
Pujo al tercer vagó a l’estació de Poblenou a les 08:31, en una primera mirada penso que no hi és. Però un cop instal·lat contra les portes blocades me n’adono que està al fons del vagó, llegint un llibre que porta subjecte en una ma. Amb l’altra ma s’aferra a una barra per no caure. Automàticament, no vaig poder deixar de mirar-la novament, com hipnotitzat. Les estacions s’anaven succeint inexorablement i no havia pensat res. No sabia com atansar-m’hi. Quin pretext? Quina excusa? Quin idioma?
Havíem arribat a Jaume I, mancava poc per deixar perdre potser una darrera oportunitat. El primer pas era acostar-me, així ho vaig fer. A mida que m’acostava el cor em bategava cada vegada més fort. Vaig aturar-me al seu costat, com si hagués de baixar per aquella porta. Urquinaona, no tenia massa més temps. Havia de fer alguna cossa, anàvem ja camí de Passeig de Gràcia.
- Hola – vaig dir somrient, potser amb cara de sòmines.
La seva mirada va aixecar-se del llibre, dubtant de si era a ella a qui es dirigien. Finalment les nostres mirades es van creuar per primer cop. Durant un instant el cor, que tronava dins el meu pit, va aturar-se. Un somriure va il·luminar el seu rostre, aquell rostre que havia estat observant des de la distància.
- Què estàs llegint?
Crec que va riure una mica per sota el nas, potser una mica avergonyida. Però a mi no em va importar. La seva mirada va tornar a buscar la meva i, sense deixar de somriure, em va mostrar un llibre que estava escrit en àrab. La meva cara deuria ser un poema, doncs va riure una mica. Jo també vaig riure. No sabíem exactament ben bé perquè, però allí estàvem tots dos. Rient i somrient-nos l’un a l’altre, sortint de l’estació de Girona, sense importar-me ja res més en el mon.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
